Habitar la escena

 A principios de Diciembre tomé un taller que se llamó “Habitar la escena” que impartió el maestro Medin Villatoro, actor de la Compañía Nacional de Teatro. Me enteré un día antes de que comenzara por pura casualidad, mi amigo Oscar quien es actor también, había mandado la información a un grupo de whatsapp, muchas veces no veo esos mensajes, pero ese día sí, y ya saben, no creo en las casualidades pero sí en las señales, entonces pospuse las reuniones de creación relacionadas con el PECDA que tenía con Kay y Luis porque iba a tomar por tres días el taller. Mi vida esos momentos estaba llena de caos, entonces me escapé y entre el ejercicio y la reflexión regresé al origen, a lo que me hace sentir, a lo que me hace la vida más ligera: El teatro.

Aprendí mucho, Medin es una gran persona y un excelente maestro, es muy paciente, talentoso y honesto. Eso, la honestidad en la escena nos da más de lo que nos da la apariencia. En esos días que tomé el taller releí los textos que me mandó Sonia referentes a la dramaturgia del teatro de títeres, y como por acto de magia me empezaron a caer certezas de caminos que veía confusos y sin salida, era una hormiga atrapada en mi proceso creativo, porque el texto que había escrito de Hermenegildo Bustos; entre exvotos, retablos y milagritos no me convencía, “mucho texto” pensaba y pensaba, y ese pensamiento ya era como un castigo. Medin vino a liberar a la hormiga. Un día dijo algo como “ Ni somos tan listos, hay que apostarle más al cuerpo que a la mente”, esas palabras me desbloquearon algo que aunque estaba frente a mis ojos no sabia como decirlo pero que hoy sí sé como escribirlo: “ Hay que apostarle más a los títeres que al texto, a la poética de las acciones y los movimientos”. No solo fueron las palabras las que me desbloquearon, fue todo: El ser honesta conmigo y atinar  lo que quiero y lo que busco, fue el trabajo corporal y vocal, fue el hablar de mi perro Coco en un ejercicio escénico, fue llorar,  reír y entrenar en grupo, fue ver actuar a mi maestro en el majestuoso Teatro Juárez, e irme caminando a casa entre callejones esa noche fría mientras sonreía porque Kay caminaba a mi lado.












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